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Cómo una…

Cualquiera que se desplace diariamente en transporte público está acostumbrado a sufrir retrasos. La mayoría de esos retrasos suelen estar ocasionados por averías, al menos en circunstancias normales. El caso es que en Japón una de esas averías paralizó gran parte de la red ferroviaria y todo por… ¡una babosa!

Hasta 12.000 pasajeros afectados

El pasado 30 de mayo hasta 12.000 pasajeros vieron retrasados sus trayectos debido a un corte en el suministro eléctrico de las líneas de JR Kitakyushu; una compañía ferroviaria nipona que opera en Kyushu (Japón).

@pixeldan en Unsplash

Lo peor de todo es que la avería sucedió en plena hora punta, aproximadamente a las 09:40 de la mañana. JR Kitakyushu se vio obligada a cancelar 26 trenes en un país famoso por su gran red de trenes de alta velocidad.

Una simple babosa fue la culpable

Cuando los ingenieros de la firma realizaban la inspección para conocer la causa de la avería descubrieron al peculiar culpable. Una pequeña babosa que medía entre 2 y 3 centímetros de largo, según explica CNN.

Uno de los portavoces de la compañía relata que la babosa se quemó hasta llegar a la muerte tras tocar un cable eléctrico; lo que sorprendentemente ocasionaría un fallo masivo en la red eléctrica de los trenes. El portavoz indicó que la babosa había llegado hasta los cables tras encontrar un hueco en la caja de energía.

Pese a lo peculiar del asunto, no es extraño que las averías estén relacionadas con incidentes con animales; aunque, suelen ser más grandes que una babosa. Este incidente nos recuerda lo frágiles en cierta manera que son las infraestructuras modernas; un simple fallo que puede provenir de la naturaleza puede poner en aprieto a todo un servicio avanzado.

Quién sabe, quizás alguna vez has llegado tarde al trabajo o a clase por culpa de una babosa y tú sin saberlo.

Foto destacada: @awesome en Unsplash

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El vestido…

Desde hace muchos años hay gamers que gastan dinero en “ropa virtual” para sus personajes de videojuegos; sin embargo, ¿podría llegar a pasar algo similar con los humanos?

Parece ser que sí, puesto que una compañía ya desarrolla prendas digitales que, obviamente, no se ven en la realidad. Lo más sorprendente de todo es su precio, la firma ha vendido un vestido digital prácticamente tan caro como un vestido de lujo estándar.

¿La llegada de la moda digital?

The Fabricant es una start-up londinense pionera en lo que podríamos llamar “moda digital o virtual”. La compañía crea prendas digitales mediante herramientas de diseño y animación 3D. En su sitio web explican que combinan lo mejor de la moda y la animación.

Desde The Fabricant indican que quieren demostrar al mundo que la ropa “no necesita ser física para existir” y hablan de la moda del siglo XXI. Echando un vistazo a su web leemos varias veces el que parece ser su lema: “siempre digital, nunca físico”. Esta curiosa y futurista empresa ofrece sus servicios a marcas de moda y diseñadores, explicando que sus prendas pueden utilizarse en tiendas físicas; tiendas online; y otros canales digitales.

The Fabricant

En la página web relatan que los entornos digitales permiten ir más allá de las leyes de la física, pudiendo realizar los movimientos de cámara necesarios y emplear escenarios de iluminación imposibles en la realidad. De este modo, los clientes que vayan a comprarse una prenda podrán estar mejor informados y habrá menos devoluciones.

El vestido digital que cuesta un riñón

Aquellos que piensen que nadie se gastaría dinero en una prenda digital están muy equivocados. Muestra de ello es que The Fabricant ha vendido su primer vestido digital por 9.500 dólares, 8.500 euros al cambio. Una vez un cliente compre una de estas prendas, la compañía la adaptará a su cuerpo basándose en una fotografía.

Esto de la moda digital puede parecer absurdo; pero, hay algunos puntos interesantes que comentar. En el caso de los influencers, muchos suben fotos a diario con diferentes prendas; tener una prenda digital podría servirles para mantener su imagen sin tener que comprar ropa real o estar largas horas posando (la adaptación de la que hemos hablado).

El medioambiente también es otro tema a tratar. La única solución hasta ahora era ir desnudos (algo inviable), por lo que utilizar prendas digitales podría ser una alternativa sostenible.

No nos vamos a engañar, todo esto suena bastante raro; sin embargo, la moda podría cambiar drásticamente durante los próximos años con la evolución de la tecnología. Quién sabe, quizás en el futuro la gente simplemente se ponga un mono y use herramientas digitales para vestirse “virtualmente”, seguro que Black Mirror ya está rodando un capítulo en base a esta idea.

Foto destacada: The Fabricant

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Aprender a…

Si pudiéramos convertir en memoria física todos los datos que comprenden al humano (memoria, vista) obtendríamos cifras apasionantes. De hecho incluso el lenguaje tiene información, y el aprender a hablar de pequeño consigue que uno se nutra del desarrollo básico que hasta ahora se creía que se realizaba por inercia. Y no es así, aparentemente al menos.

Un nuevo estudio realizado por Steven Piantadosi, profesor asistente de psicología en la Universidad de California, Berkeley ha hecho determinados hallazgos que transforman algunos de los datos que recogemos de pequeños en cifras. Por ejemplo, todos los datos de lenguaje que hemos ido adquiriendo de pequeños constituyen unos 1.5 megabytes.

Aprender a hablar de pequeño te aporta unos 1.5 megabytes en datos

Aprender a hablar de pequeño genera un contenido que cabe en 1.5 megabytes

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Estos hallazgos, publicados en la Royal Society Open Science, se ponen en contra del supuesto establecido de que la adquisición del lenguaje humano ocurre por pura naturaleza, es decir, sin esfuerzo. Por este mismo dogma, los robots lo tienen fácil para aprender a hablar, ya que al igual que nosotros es algo que tenemos programados desde el inicio.

Según el estudio, los investigadores han calculado que desde la infancia hasta la edad adulta (los 18 años) absorbemos de forma aproximada 12.5 millones de bits de información sobre el lenguaje. Esto constituye unos 2 bits por minuto para poder adquirir el conocimiento lingüístico total. Al día, se absorben en la infancia 1000 bits de información.

Aprender a hablar de pequeño, por lo tanto, no es una tarea programada para hacer sino una recogida de datos constante desde la tierna infancia. Por ejemplo, cuando se aprende una palabra (por ejemplo, tigre) un niño de forma general reúne fragmentos de información tal en forma de preguntas: “¿Qué es un tigre? ¿Es un animal? ¿Sí, o no? Estas preguntas se van sucediendo hasta que el niño aprende la palabra “tigre”.

Aprender a hablar de pequeño genera un contenido que cabe en 1.5 megabytes

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Todos estos datos se miden, por supuesto, usando el código binario. Un bit, o dígito binario, es una unidad básica de datos en la computación y los ordenadores actuales almacenan la información y la calculan en forma de unos y ceros. El estudio ha usado la definición estándar de 8 bits a un byte. De hecho, el mismo Piantadosi dice que “cuando piensas en un niño que tiene que recordar millones de ceros y unos (en lenguaje binario) eso demuestra que deben tener mecanismos de aprendizaje realmente impresionantes”.

Los investigadores intentaron medir las cantidades de información y sus diferentes tipos para hablar idiomas mativos. Los resultados se obtuvieron mediante la ejecución de varios cálculos sobre la semántica del lenguaje y la sintaxis a través de modelos computacionales. El estudio, así, demuestra que el conocimiento lingüistico se enfoca principalmente en el significado de las palabras en contraposición de la gramática del lenguaje.

El mismo Piantadosi asegura que “Una gran cantidad de investigación sobre el aprendizaje de idiomas se centra en la sintaxis, como el orden de las palabras. Nuestro estudio demuestra que la sintaxis representa una pequeña parte de dicho aprendizaje y que la principal dificultad radica en aprender lo que significan tantas palabras. Esto resalta una diferencia entre los jóvenes que aprenden y las máquinas; estas saben qué palabras van juntas y dónde van oraciones, pero no saben el significado de sus palabras”.

Imagen de portada | Brett Jordan en Unsplash.

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