La ONG Ofxam ha publicado un informe que vuelve a dejar en evidencia la enorme desigualdad económica existente. Y va a más.
La conclusión es clara: sólo 62 personas son igual de ricas que 3.500 millones, la mitad más pobre de la población mundial.
No es ninguna novedad que haya ricos muy ricos y pobres muy pobres, tarde o temprano se esperaba que estos datos llegasen, pero la cuestión es que han llegado bastante antes de lo que se calculaba. En 2010 eran 388 personas, sólo 6 años más tarde ese número se ha reducido y seguirá esa tendencia.
De 388 en 2010 a 62 en 2015: riqueza concentrada
Oxfam ha publicado el informe de cara al Foro Económico Mundial que se celebra en Davos y en el que reunirá la élite de los negocios y la economía. Aseguran que la creciente desigualdad, que provoca que la riqueza esté cada vez más concentrada, es fruto del modelo económico actual, la desregulación, la privatización y los “trucos” financieros.
La lista de los más ricos del planeta no es ningún secreto, basta con entrar a Forbes y ver su conocida recopilación, actualizada cada año. Dichos super-ultra-mega-millonarios se concentran entre Estados Unidos y Europa, aunque hay nombres sueltos en China, México, Brasil, Arabia Saudí…
Desde principios del siglo 20, la mitad de la riqueza generada ha sido distribuida entre el 1% de la población, mientras que la mitad más pobre del planeta (unos 3,5 millones de habitantes) sólo ha recibido un 1% del total.
Los paraísos fiscales, señalados de nuevo
De nuevo, el informe señala cómo los más ricos aprovechan la ingeniería fiscal y los países considerados “paraísos” para evitar que parte de la riqueza generada se quede en su mismo país.
Prácticamente todas las grandes empresas y billonarios del planeta tienen algún tipo de presencia en paraísos fiscales, estimando que hay unos 7,6 billones de dólares “ocultos”. Por ejemplo, África no ve ni un céntimo de los 14.000 millones de dólares que generan las riquezas del 30% de los más ricos del continente.
Las propuestas de Oxfam se basan en mejorar el reparto de la riqueza, claro, ofreciendo mejores salarios para reducir las diferencias con los altos cargos, mejorar los derechos de las mujeres en determinados países y, por supuesto, que los gobiernes controlen la fuga de capitales.
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